El sistema de gobierno chino tiene una diferencia esencial con el existente en los países occidentales. Al no ser una democracia, y no exponerse a cambios radicales de gobierno cada cuatro o cinco años, China es capaz de realizar y poner en práctica programas económicos y de inversión que abarcan incluso varias décadas. Lamentablemente, en las democracias occidentales es casi anecdótico la existencia de planes a largo plazo que acaben materializándose. Con el habitual cambio de gobierno, tras una o dos legislaturas, los pocos planes a largo plazo diseñados o iniciados suelen dejarse de lado o cambiados radicalmente.
Muchos ignoran que en la década pasada China dió inicio a su plan industrial a treinta años con el que pretende convertirse en el líder mundial de la innovación en 2045. La primera parte del plan, puesto en marcha en 2015, es el denominado "Made in China 2025". Dicho plan se ha ido desarrollando paso a paso con el objetivo de convertirse en una potencia tecnológica, impulsando la reestructuración y el desarrollo de su sector industrial. Adicionalmente, pretende reducir la dependencia de China de la tecnología extranjera y promocionar a los fabricantes tecnológicos chinos en el mercado global.
Con este plan, China pretende convertirse en una "superpotencia manufacturera" de alto valor añadido, habiendo centrado sus esfuerzos en diez sectores prioritarios, entre otros: nueva generación de tecnologías de la información; robótica; tecnología aeroespacial; biofarma, nuevos materiales; vehículos eficientes energéticamente o equipamiento médico avanzado.
El éxito de algunos proveedores tecnológicos chinos como Huawei en el despliegue de redes 5G ha sido evidente, e incluso ha provocado la preocupación de países occidentales, comenzando por Estados Unidos, por lo avanzado de la tecnología China frente a las compañías occidentales.
Otro de los planes a largo plazo, paralelo al anterior, es la iniciativa "One Belt, One Road"(OBOR). Se anunció en 2013 y la fecha prevista de finalización es 2049. Se pretende construir una "ruta de la seda" marítima y por carretera y ferrocarril que conecte China con países asiáticos, africanos y europeos. El plan abarca más de 60 países, con los que China firma acuerdos de libre comercio. Mediante esta iniciativa, China ayuda a los distintos países de la ruta a financiar grandes infraestructuras a cambio de acuerdos comerciales preferentes.
Paralelamente, China está desplegando la "ruta digital" de 7.500 km de cable de comunicación de alta velocidad submarino que abarca parte de los países involucrados en la iniciativa OBOR.
Si a lo anterior unimos el desarrollo del "yuan digital", es fácil imaginar que su objetivo sea cerrar el círculo. Con los países incluidos en la iniciativa OBOR es evidente que su capacidad de influencia y de comercio con los mismos aumentará considerablemente. El uso del yuan digital, como sustitución del dólar en las transacciones entre los países involucrados, será un proceso más o menos lento, pero casi inevitable.
Ya ha pasado casi el tiempo equivalente a dos legislaturas españolas desde que se anunciaron los programas Made in China 2025 y One Road, One Belt. La realidad de ambas iniciativas es palpable y el punto de destino y los objetivos intermedios están claramente marcados.
Admiro ese